lunes, 25 de abril de 2011

El mercado de St. Aubin

Un par de veces escuchamos sobre el mercado dominical de St. Aubin. Por una u otra razón lo describían como un lugar que debíamos visitar. Y era verdad.

En principio es un mercado como cualquier otro, con puestos de frutas, verduras, carne, pero también con productos como ropa, libros, películas y discos. Sin embargo, lo que convierte a este lugar en algo distinto es el ambiente "alternativo" que rodea a la Iglesia de St. Aubin cada domingo. 


 Como en cualquier esquina de Francia, el pan abunda.

Aunque no tuvieran la etiqueta de "bio", 
la mayoría de los vegetales son de región del Alto Garonne. 

Cada puesto invitaba a capturarlo con la cámara...

Parte de ese aire "alternativo" está en los productos que se merca: los vegetales "bio", la ropa africana, las joyas de madera de Brasil, los cartéles de película o las ediciones de fábulas de La Fontaine del siglo XIX. También está en la música.

Dream a little dream of me, versión St. Aubin

No sé si sucede semana a semana, pero ayer que lo visitamos los músicos callejeros alegraban el día. En la explanada del templo era el cantante con trompeta; al lado del puesto de paté vegetariano era el guitarrista rojillo y sus rolas de protesta y unos metros más adelante eran la pareja con acordeón y guitarra que recordaban a Edith Piaf; y en otro de los extremos era el viejo de larga barba blanca con su taller de instrumentos que congregaba a niños, desde unos meses hasta los 12 o 13 años.

Además de pollos vivos, 
llaman la atención los huevos de gallina de guinea 
así como los pato.

Y bueno, aunque el pan, los pasteles y el jugo de manzana natural que ofrece el mercado sirven para un rico desayuno, se extrañan las memelas, los molotes, los tacos dorados y el cafecito de olla.


El Gallo y el rugby

El estadio Ernest Wallon de Toulouse

Aunque el rugby no es un deporte 100% francés, el suroeste del país lo vive de una forma muy particular. Más que el futbol soccer o cualquier otro, el rugby es el deporte por excelencia en Toulouse el cual se respira a través del Stade Toulousain, uno de los mejores equipos de la liga, y de donde salen un gran número de los seleccionados nacionales.

Cuando las ventanas de Toulouse muestran una bandera rojinegra 
no es símbolo de huelga sino de apoyo a su equipo.

Nunca he sido un gran fanático de ningún deporte, pero creo que es parte de la cultura de cualquier comunidad y, por tanto, es necesario acercarse a este tipo de actividades. Así que el sábado pasado por fin tuve la oportunidad de asistir al estadio Ernest Wallon y conocer un poco del revuelo que provoca el rugby en Francia.

El ambiente previo

Algo que nos llamó mucho la atención a Nacho -mi amigo argentino- y a mí, es el respeto de los aficionados por el otro equipo. No celebraban los avances del contrario -que fueron muy pocos- pero tampoco había rechiflas u otros signos de repudio. Por el contrario, cuando el Stade Toulousain no estaba realizando una jugada de peligro, el silencio era casi absoluto -tan absoluto como uno puede eperar en un espacio que alberga a cerca de 20 mil personas, me refiero...

Por el tipo de contacto físico, se dice que el rugby 
es un depote de rufianes jugado por caballeros

A pesar de la lluvia durante la primera mitad (40 minutos),
el juego continuó sin contratiempos. 

Como primera experiencia fue muy agradable y la repetiría si tuviera la oportunidad, aunque eso tendrá que esperar hasta la siguiente temporada, que empieza a finales de agosto, pues la actual entrará a la ronda final y sospecho que los precios se elevarán un poquito.

El "essai" o ensayo es el equivalente al "touch down" y vale 5 puntos. 

La paliza...

Uno de los muchos "essais" del Stade Toulousain

Y bueno, otra reflexión que no tiene que ver directamente con el rugby salió a propósito del día en que sucedió el partido: Sábado de Gloria. A diferencia de en México, en Francia no "sentí"" la Semana Santa igual; no está en todas partes y en todo momento. No estoy seguro pero podría apostar que la organización de un partido de cualquier deporte durante la Semana mayor en cualquier país latinoamericano sería visto como símbolo de herejía o algo similar. O quizá sí hay eventos deportivos en Semana Santa en México y mi falta de interés en ellos me hace ignorar est tipo de cosas...


El rojo y el negro fueron los colores de este 
Sábado de Gloria en Toulouse...

martes, 19 de abril de 2011

El Gallo y el "Oriente"


Dicen mis apuntes de la clase de literatura:
"La palabra Oriente designa, en el siglo XIX, un espacio (...) que se extiende alrededor de los límites orientales del Mediterráneo: Grecia, Turquía, Siria, Palestina, Egipto, teniendo por capital, si no por centro, a Constantinopla. Espacio mixto, islamo-cristiano, que fue objeto de fascinación hasta el fin de la Primera Guerra Mundial.



"El viaje a Oriente representa por los franceses un rito de transición burgués por el cual se accede al conocimiento. Es un concepto turístico pero también un periplo simbólico en busca de una herencia cultural”.


 Chateaubriand (1768-1848), 
autor de periplos literarios tales como 
"Memorias de ultratumba" e "Itinerario de Paris a Jerusalem"
Digo yo:
Hoy, para nosotros los americanos, ese “periplo simbólico en busca de una herencia cultural” se hace a través de latitudes europeas, inspirados más en películas (gringas) que en una necesidad genuina, nacida de nosotros mismos.  
¿Y qué tal si hacemos esta búsqueda en nuestro propio territorio, en las raíces de nuestra propia tierra

Y a pesar de todo, yo me incluyo en esa lista de individuos que han venido al “Viejo Continente” a realizar su periplo; el mesoamericano vendrá pronto, lo prometo.

domingo, 17 de abril de 2011

El Gallo y la Muerte

Siempre he creído que la visita a un cementerio es una forma interesante de conocer mejor a una comunidad -desde un pequeño pueblo hasta un país en general.

Esta mañana decidimos rentar por segunda ocasión un par de bicicletas. El plan original era recorrer el Canal de Midi. No obstante, en el camino vimos la entrada de lo que parecía un parque y decidimos tomar un pequeño desvío. Resultó ser el Cimentière de Terre-Cabade.




Según el folleto oficial, el Cementerio de Tierra Cavada fue abierto en 1844, reemplazando al anterior que databa de 1780. La entrada ostenta un par de obeliscos, concebidos por el arquitecto Urbain Vitry, "inspirados en el antiguo Egipto".
 
Tumba de la familia Valette, que data del año 1796. 
Una de las amantes de Luis XV 
llevaba por apellido De la Valette...

Algunos de los personajs famosos que descansan aquí y que tienen algún significado para mí son:

-José Cabanis, alcalde de Toulouse en el siglo XIX y quien da nombre hoy a la mediateca principal de la ciudad.
-Santa Helena (1840-1845), santa no canonizada sino reconocida solamente por la comunidad local.
-François Verdier, famoso resistente, ejecutados por los alemanes en 1944. Hasta antes Verdier para mí tan sólo una estación de metro de la línea B...

Ayer en las afueras de la ciudad, 
hoy a la vista de cités de interés social...

Aunque dicen que todos somos iguales en la muerte, me parece que eso es una gran falacia. En un cementerio vemos las diferencias entre los burgueses -con sus mausoleos familiares de dos o tres metros de altura y las placas en mármol deslumbrantes- y los que ni siquiera tuvieron los medios de agregar el nombre del difunto.

¿O por qué no, colocar una reja alrededor de la tumba de un grupo de sacerdotes para protegerlos de cualquier mal, o levantar un gran monumento a otros hermanos de colegios cristianos?




Además, como imagino que se encuentra a lo largo de Europa, no falta el recuerdo a los caídos en las dos grandes guerras; a los héroes que defendieron la patria y también a aquellos que a kilómetros de su terruño lucharon por los intereses coloniales de Francia.

Marianne es el símbolo de la patria francesa. 
Es la forma humana de la igualdad, fraternidad y libertad


En vida o en muerte, el aprendizaje de una cultura está por todas partes. 

"A mi padrino, el mejor recolector de champiñones
y buscador de tesoros". 


"Hasta pronto"

domingo, 10 de abril de 2011

El infierno a la distancia

Crónica personalísima sobre El infierno, película de Luis Estrada nominada al premio Ariel, 2011.

Apuré de un trago mi vaso de vino: nada. Seguían ahí, mías y ajenas a la vez, las manos temblorosas.


Preámbulo: Purgatorio
Salí de México en agosto de 2010, cansado por diversas razones del país y buscando un respiro de esa realidad que leía y escuchaba cada día. Y no es que haya padecido de manera directa y constante la violencia, la pobreza, la corrupción o la represión. No. Antes de seguir debo redactar mi “yo confieso”:
Confieso que no conozco el desempleo, que no he probado el hambre y que el sudor no era la moneda que llevaba el pan a mi mesa. Confieso que mi padre no nos golpeaba y que ni él ni mi madre son alcohólicos -ni siquiera de los sociales-, y que en mi casa había un televisor por cada miembro de la familia. Confieso que asistí a escuela y universidad privadas, que vivía en casa propia, que viajé en avión una decena de veces antes de mi mayoría de edad, y que el cine, el teatro y espectáculos eran parte de mi rutina mensual.
Yo culpo de mi cansancio a mis profesores de universidad. A pesar de su relación con el tan temido “Imperio”, encontré mi conciencia social en el departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de las Américas Puebla. Ahí, sobre todo en los últimos dos años, mi consumo de journals y revistas especializadas, de documentales –entre otros del Canal 6 de Julio o del Chiapas Media Project-, y mi relación con el mundo del periodismo universitario me fueron construyendo una visión que pocos miembros de mi familia comparten.

Exiliado por voluntad propia, aterricé el 21 de agosto de 2010 en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, con una visa de estudiante, una novia francesa y el plan de permanecer fuera de México de uno a tres años -sujeto a posibilidad de nunca volver.

Sobra decir que el BiCentenario lo viví a la distancia. De cualquier forma, soy de aquellos que se preguntan, a manera de mantra o eslogan, “¿hay algo que celebrar…?”
Por primera vez me era más fácil hablar en francés y levantar una barrera emocional con lo que expresaba, evitando así que una lágrima de tristeza o ira escapara…

Principio: Subida al Cielo
Nunca he visto tanto cine en tan poco tiempo como en el festival de Toulouse, la ciudad que me alberga hasta ahora. Con el nombre de Encuentros de Cines de América Latina, el acto me acercó a decenas de filmes y de realizadores durante diez días, y me dio la posibilidad de aprender más sobre la cinematografía latinoamericana y el circuito de festivales que lo que jamás hubiera podido en textos escritos.


Además de las secciones en competencia, el acto propuso varios programas dedicados a México dentro de su sección paralela, resultado de la celebración del Año de México en Francia. Aunque al final se vino abajo por las diferencias diplomáticas entre ambos países, el festival supo mantener a la cinematografía nacional en primer plano gracias a distintas proyecciones y a tres homenajes: al incansable director Carlos Carrera; al experimentado actor Damián Alcázar; y al  joven y talentoso Gabino Rodríguez, actor de innumerables cintas a quien, debo confesar, no conocía antes de entrar en contacto con los Encuentros.

Colaboré en el blog de La Pelicula, periódico oficial del certamen, y eso me permitió comer y ver películas gratis. Aproveché además para compartir información con una emisión de radio –Fábrica de sueños- y un colectivo mediático –Los Subterráneos- de Puebla; y con Ibero 909 del DF. Desde el principio, dos cintas que estaban en mi lista de imperdibles eran De la infancia, de Carrera, y El infierno, dirigida por Luis Estrada y protagonizada por Damián. Me interesaban por varios motivos. La primera, como última obra del responsable de El héroe, El crimen del padre Amaro y Backyard, y por sus problemas para encontrar distribución a pesar del Mayahuel en Guadalajara y la trayectoria de su director. La segunda por su tema y por cerrar la trilogía de Estrada que satiriza la realidad histórica, política y social del país.

Las dos se me fueron vivas.

Gracias a Dios -diría mi madre-, antes de concluir los Encuentros me invitaron a cubrir el festival de Marsella, también dedicado desde hace 13 años al cine latino, también con un énfasis en México, y también con El infierno entre sus opciones.

Al acercarme a Andrés, el pintor mexicano, su mirada cómplice me tranquilizó un poco. Alguien con quien compartir la frustración; alguien con quien soltar todo sin necesidad de preámbulos o disculparse por el estado alterado, por mis opiniones o por mi voz entrecortada…

Fin: Descenso al Infierno
A lo largo del festival de Toulouse, la realidad colombiana fue la más presente para mí. A través de Los colores de la montaña de Carlos César Arbeláez, de Retratos en un mar de mentiras de Carlos Gaviria (no confundir con Víctor, el de La vendedora de rosas), de Pequeñas voces de Jairo Eduardo Carrillo y Oscar Andrade, los problema de los más de 5 millones de desplazados, de la guerrilla y de los paramilitares, me conmovieron. Sin embargo, más allá del coraje que me provocó el conocer estas historias –basadas todas en la más cruda realidad, sí- la distancia geográfica y personal con el país sudamericano ayudaron a que mi reacción se mantuviera contenida, pensada, cerebral.


Esa actitud zen se fue derechito a la chingada con El infierno.

Sospechaba, desde antes de verla, que la cinta de Estrada no me dejaría indiferente. Sospechaba que me haría reír pero también encabronar. Sospechaba que estaría llena de historias mil veces escuchadas y leídas, pero también de otras jamás imaginadas. Sospechaba todo esto y, a pesar de ello, mi estado final llegó por sorpresa, como un madrazo directo a las entrañas mientras disfrutas unos buenos tacos de suaperro con su Boing de guayaba.

“¿Pero por qué estás así?”, me preguntaba Fausto, mi anfitrión, al salir de la sala. Él, también mexicano, acababa de ver la misma película. Sin embargo, su reacción era muy distinta. “Sí, sé que lo que muestra es verdad pero no te dice nada nuevo. Todo es muy cliché y su forma de resolver muchas secuencias no me gustó. Yo lo hubiera filmado de forma muy diferente”.

A mí en ese momento –e incluso ahora- la forma de “resolver” las secuencias, de emplazar la cámara en tal o cual toma, me venían valiendo madres, con el perdón de mi insistente uso del francés. Yo me quedé, por el contrario, con la fuerza de las imágenes y del relato que Estrada me ofreció.


En principio y durante el ascenso de Benjamín “El Benny” García (Damián) como narcotraficante, el tono es ágil y ligero, con una carga de humor que, al menos para mí, no ofrecía problemas. La segunda parte, cuando las hostilidades entre los dos clanes Reyes se intensifican, el humor es digerible sólo para aquellos con un distanciamiento de la realidad mexicana, sin con esto insinuar que falle por problemas de actuación, coherencia o dirección.

Para la pareja de profesores universitarios detrás de mí o el estudiante dominicano y su amiga española a mi lado, la operación no tenía fallos: (imagen + audio) (humor [negro]) – nacionalidad = carcajada. Para mí era más difícil. Aunque sabía que debía hacerlo, cuando pensaba que en unos meses regresaría a ese país que veía en la pantalla, la risa se ahogaba en la garganta.

“Y además, los personajes eran totalmente bidimensionales…”. De nuevo Fausto al habla.
Uno de los clanes Reyes.

Los que son parte de la sátira pura y que aparecen dos o tres ocasiones, no ofrecen mayores matices; es verdad. No obstante, mucho de ellos, rodeados de un panorama que no les da muchas opciones y que los hace reaccionar dentro de un espectro limitado, de negro o blanco, de matar o morir, construyen su arco dramático de forma acertada. Además, repito, la sátira se mueve en espectros reducidos de forma natural. Si no fuera así, cabría indignarnos por el retrato limitado de un México desértico y que se termina en la frontera; de policías corruptos e hijosdeputa; de pueblerinos pobres, ignorantes, y devotosdelavirgencitaydesumamacita; y de narcotraficantes ostentosos con camionetotas tuneadas, cadenotas personalizadas, bototas brillantísimas, camisotas de diseños y colores deslumbrantes.

No es el caso. Y para muestra de que la sátira no es lo único que impera, ahí está El Benny, fiel imagen de las incongruencias del mexicano que ama a su madrecita pero no le dirige ni una carta en 20 años o sólo le compra una pinchurrienta televisión –“para que vea sus telenovelas”- cuando empieza a forrarse de lana. Fiel imagen del hombre llevado al extremo por las circunstancias y sabedor, a pesar de todo, de que su comportamiento no es el adecuado pero que, al final del día, hay que chingar antes de ser chingado…

Si yo me indigné no fue por este retrato estereotipado del narcotraficante y el policía corrupto, sino por este retrato basado en la más cruda realidad y que cada día toca a más y más mexicanos.

Si yo acabé con las manos temblorosas, la voz entrecortada y la necesidad de hablar un idioma que no es el mío fue el temor y el conocimiento de que lo que vi es real y sucede; por la impotencia de no poder hacer nada desde acá; por la precisión en la dirección, el guión y las actuaciones.

Si yo acabé con un sabor de boca amargo fue por la duda que Estrada y Alcázar plantaron en mí: si yo me enfrentara a condiciones similares, ¿qué haría? No lo sé y espero nunca tener que responderlo.


Alonso Fragua. 
Toulouse, Francia. 10 de abril de 2011.

Cocorico Canta El Gallo (2)

Desde hace algunas semanas ya está en la página de Los Subterráneos la segunda entrega de la columna musical Cocorico. Acá el texto completito y algunas de las rolitas comentadas.

COCORICO
Güi güi le gli gli

Hoy quiero escribir sobre musicales franceses. No puedo explicar mi decisión con exactitud. Es probable que mi gusto recién adquirido por la serie Glee tenga algo que ver. O tal vez las comedias musicales en Francia son un fenómeno artístico muy presente y que vale la pena mencionar. No lo sé. Ustedes juzgaran después de leer este texto y escuchar las recomendaciones puntuales.



En México, la única muestra que nos llegó fue Les rois du monde (Los reyes del mundo), extracto de Romeo y Julieta que aún se escucha en la radio. Sin embargo, esta adaptación a la francesa de 2001 de Shakespeare es sólo la punta del iceberg. La explosión sucedió unos años antes a través de un texto que le habla de forma más directa a las audiencias de la nación del gallo.



Notre Dame de Paris, basada en el clásico de Victor Hugo, tuvo su estreno como comedia musical en 1998, con música de Richard Coccia
nte y letras de Luc Plamondon. Además de su fuerza sonora y de un primer elenco con una presencia escénica y vocal desbordante, algunas de las canciones como Les sans papier (Los sin papeles) tocaban temas sumamente pertinentes para una Francia que desde la segunda mitad del siglo XX experimenta una transformación a causa de la inmigración, sobre todo venida del Magreb y de las antiguas colonias en el África negra.


De igual forma, su éxito se puede medir gracias a la trascendía poco usual que lograron algunas de sus canciones. Hoy, en ciertas escuelas secundarias, los profesores utilizan Florence (Florencia) para introducir la transición entre el Medievo y el Renacimiento. Mención aparte merecen Le temps de cathedrales (El tiempo de las catedrales), Belle (Bella) y Tu vas me detruire (Me vas a destruir): imperdibles; así como Garou, quien encarnó a Quasimodo y siguió una carrera musical exitosa luego de la obra.






Avanzando en el tiempo nos encontramos con Le roi soleil (El rey sol, 2005), recuento histórico-musical de la vida de Luis XIV, la cual ofrece un sonido un tanto más roquero que los ejemplos anteriores. Destacan de esta pieza la que fuera el tema de amor entre el Rey y Marie, la sobrina del Cardenal, Mon essentiel (Mi esencia), así como Tant qu'on rêve encoré (Mientras sigamos soñando).



Y para terminar con este rápido recuento, no puede quedar fuera Mozart l’Opéra Rock, último éxito de los escenarios que desde 2009 suena en la radio y en los canales de videos. Esta versión libre de la vida de Wolfgang Amadeus –con una estética visual y sonora postmoderna- ha producido criticas encontradas, desde aquellas que destacan las influencias de Queen, Muse o Placebo en distintos temas, hasta los que consideran al ensamble actoral y a la música como insípidos. Para que el público de Los Subteráneos se forme su propia opinión, las propuestas son Tatoue-moi (Tatúame), C'est bientôt la fin (Es casi el final) y, sobre todo, L'Assasymphonie (juego de palabras entre asesino y sinfonía), si es posible en alguna de sus versiones acústicas.

Hasta aquí por ahora. Nos leemos en un mes, con más música y más quiquiriquí en francés.


(Alonso Fragua)


La costa de Marsella y la Isla de If

La costa de Marsella regala a la vista varias islas e islotes a pocos kilómetros de distancia*. Una de ellas lleva por nombre Isla de If.

La salida de Marsella hacia If



Según la información oficial de los Monumentos nacionales la fortaleza de esta isla fue construida por Francisco I (rey de Francia) en 1524. "Ésta se volvió legendaria por sus prisioneros reales -un rinoceronte inmortalizado por Dürer en 1515 (sic)- y por los imaginarios -el Conde de Montecristo de Alejandro Dumas.

"Conservada en su ambiente y arquitectura originales, y célebre en el mundo entero, el castillo de la isla de If es un sitio excepcional del Mediterráneo".


Llegando a If.




Además de la fortaleza, la isla se caracteriza por ser el lugar de apareo de un grupo importante de gaviotas, como el resto de las islas de la costa marsellesa.


El patio central de la fortaleza

Como el panfleto anuncia, una de las mayores atracciones del lugar es el Conde de Montecristo, primer best-seller mundial, autoría del criollo Alejandro Dumas (su madre era una negra de Santo Domingo).


Y bueno, además del Conde, la historia y las gaviotas, la vista de la propia costa de Marsella es suficiente para disfrutar el viaje.

Y de nuevo, Nuestra Señora...



*Todas las fotos son autoría de Ignacio Amatriain. 

viernes, 8 de abril de 2011

Ejercicio 1: En el tren

Desde antes de tomar la cámara como lo he venido haciendo desde agosto pasado, una gran cantidad de preguntas llenan mi mente con respecto al arte, a la imagen, al registro de la realidad y otros temas similares.

No sé cómo vaya a continuar con este experimento o experiencia, pero de regreso de Monaco grabé esto que ahora comparto con ustedes y que me gustaría que comentaran.

Vean primero el video -que dura tres minutos- y luego lean el pequeño texto y las preguntas/guías al final.



A primera vista no pasa nada. La mujer nunca despierta, el tren jamás sufre un accidente, la cámara no cambia de posición. Sin embargo, el fondo está en constante movimiento, la luz nos ofrece nuevos aspectos del interior y exterior del tren.

Tres minutos que captan la vida, la realidad de un momento específico que jamás se repetirá. ¿Es arte o no? En caso afirmativo, ¿qué lo convierte en una pieza artística? Y en caso negativo, ¿por qué no?, ¿qué le falta?

¿Tiene algún valor sociológico o antropológico? En principio, ¿vimos todo el video o lo detuvimos antes de que terminara? ¿Gusta o no?

Estas son sólo algunas de las preguntas que planteo sin conocer bien ninguna de las respuestas. ¿Me ayudan?

El puerto de Marsella

Un lugar que es difícil perderse en Marsella es, por obvias razones, el puerto*.

Frente al puerto. 


A pesar de ser el puerto más grande de Francia y de Europa, como infraestructura comercial vive más bien de su fama de antaño, según me contaban un par de artistas locales. Y bueno, aquí insisto en que fueron las palabras de dos personas que no pertenecen ni a la cámara de comercio, ni al ayuntamiento.

Sin embargo, si consideramos lo que escribía en el post anterior sobre la escena artística, la afirmación no suena tan descabellada. Hay que pensar que la salud de cada área de una ciudad conforma el estado de salud general del todo y, como pude observar, al menos al arte y a la cultura le vendrían bien un buen suplemente alimenticio...


Nuestra Señora de la Guarda, siempre atenta...

"Entonces, ¿de qué vive Marsella?", les preguntaba a estos mismos artistas. "De negocios no muy limpios. Un poco como Nápoles hace algunos años..."

Y para rematar, no podía faltar el video del mercado de pescados y mariscos.


*Todas las fotos son autoría de Marjorie Blanc

martes, 5 de abril de 2011

Marsella la Bella, Marsella la Árabe, Marsella la Extraña

Cuando le mandé mensaje a Marvin, un amigo mexicano de Toulouse,  explicándole que estaba en Marsella, su respuesta fue: "disfrútala, es la mejor ciudad de Francia. Es casi como México".

Si hubiera recibido esas líneas antes de pisar el principal puerto de Francia, mi reacción hubiera sido de incomprensión. Sin embargo, desde los primeros pasos fuera de la estación de tren, extrañamente sentí que no estaba en una ciudad europea. Por el contrario, me imaginé sin problemas caminando por una calle del Distrito Federal. Y no me lo tomen a mal, pero el graffiti, los brotes de suciedad y caos y el conjunto general de su imagen urbana me hicieron sentir en la Capirucha...



Cours Julien, el barrio pintoresco.


La diferencia es que en Marsella no abundan los chilangos -ni los latinos- sino los árabes. Fausto, nuestro anfitrión, nos contaba que durante los 40 días del Ramadán (la "cuaresma" musulmana) las calles de la ciudad parecen casi desiertas. Y sí, la presencia árabe se siente y se vive en cada esquina.

Lo comprobamos y lo probamos en el delicioso buffet del restaurante marroquí, al borde del mar; lo comprobamos y lo probamos también en el cafecito en medio del barrio árabe, con unas especialidades suculentas de la repostería de Túnez, un partido del Olympique de Marseille de fondo, y una docena de comensales -todos hombres- gritando, riendo, comiendo y saludándose amigablemente con besos en las mejillas.

Árabe sí, pero católica ante todo...*
La catedral de Marsella, al borde del mar,* 
le recuerda a la ciudad su "origen" religioso.


La Basílica de Nuestra Señora de la Guarda* 
domina la vista desde cualquier punto de la ciudad. 
Marjorie decía que era como los volcanes en Puebla: 
cada vez que sales de casa tienes la necesidad 
de buscarla con la vista para sentirte tranquil@


*Fotos autoría de Marjorie Blanc