martes, 23 de agosto de 2011

Cuando las palabras no sirven: Oradour-sur-Glane



Los adjetivos adecuados aún no se inventan para describir una visita a Oradour-sur-Glane. ¿Interesante? ¿Imperdible? ¿Agradable? 

¿O qué verbo utilizas incluso para preguntar sobre la experiencia? “¿Te gustó Oradour-sur-Glane?”

Si no fuera por los acontecimientos posteriores al Día "D", el pueblo de Oradour-sur-Glane, en la región de Limousin, probablemente no figuraría en ningún mapa. Su nombre es ajeno a muchos franceses que, en general, consideran que en esa región del centro del país “no hay nada”. “Es el hueco del culo del mundo”, dicen otros, que sería un poco como decir “donde el diablo perdió el gorro”.

Yo tengo la fortuna (otra vez una palabra que no es la indicada para la situación...) de tener como guía en este país a una mujer que conoce las cosas más inusuales, que aprecia las experiencias poco comunes y que, en su niñez, había visitado este pueblo que el 10 de junio de 1944 fue atacado por un escuadrón de la SS nazi, asesinando y quemando a 642 personas, entre hombres, mujeres y niños, incluido un bebe de pocos meses de edad.
"A sus Hijos muertos por Francia. Guardemos el fiel recuerdo
de nuestros 642 mártires, hombres, mujeres y niños masacrados
y quemados por las tropas nazis el 10 de junio de 1944"

La entrada: Recuerda...

No quiero cometer errores en las fechas, los nombres y las acciones precisas pues fue mucha información y la tuve que procesar desde el francés. Es mejor buscar en la red -en Wikipedia, por ejemplo- y leer la cronología de los hechos. En su lugar, además de las fotos y un video, les comparto un par de reflexiones que en los sitios que encuentren probablemente no incluyan.
Café, peluquería o consultorio de dentista,
el utensilio que permance entre los escombros es la máquina de coser


Al hablar de la Segunda Guerra en Francia, existen normalmente dos polos: la victimización de la Francia ocupada y el heroismo de la Francia resistente. Sin embargo, hay en el medio la Francia colaboracionista, la cual no se puede tampoco juzgar inmediatamente. ¿Qué haríamos nosotros en esta misma situación? Nadie lo sabe hasta que le toca. 

A pesar de la dificultad para juzgar a los que de una u otra forma ayudaron al régimen nazi, hay cosas que siguen sorprendiendo. 
Además de las máquinas de coser,
los otras osamentas presentes son las de los autos



Por ejemplo, dentro de la exposición del Memorial que está afuera del pueblo viejo y en la entrada del nuevo, hay una parte dedicada a la "Francia ocupada". Ahí, varias cartas de ciudadanos de la Francia libre, bajo el gobierno de Vichy, expresan su "agradecimiento y lealtad eterna" al Mariscal Petain", por "habernos salvado". Y sí, los salvó de la dominación directa de Hitler, pero a esas personas se les olvida que a la otra mitad de su país -con franceses como ellos- no estaba a salvo. Si yo estoy bien, el resto no me importa...

Por otro lado, aunque se menciona que hubo franceses en la reunión en donde se decidió el ataque a Oradour un par de días antes -y que nadie mandó un mensaje o hizo el más mínimo intento de salvar a sus vecinos- no hay un juzgamiento directo y claro ante esta otra Francia que prefirió ver hacia el otro lado y dejar que las cosas siguieran su curso.
Ese mismo día, el tranvía llegó puntual.
Los nazis lo dejaron seguir su camino...
Más allá de esta discusión sobre lo que se dice y no se dice sobre la guerra y sus actores, el pensamiento final es, ¿cuánto tiempo es razonable guardar un luto? ¿Cuánto tiempo recordar? Una cosa es no olvidar y otra es recordaren todo momento. El pueblo nuevo que se instaló al lado del masacrado -y que lleva el mismo nombre- tiene entre sus reglas que las fachadas no tengan color, que el gris de la piedra sea el único por ahí. La música en las calles no está bien vista y las celebraciones en general son mínimas o inexistentes, como lo cuentan unos jóvenes en un documental en la última parte del recorrido.

No olvidar pero tampoco vivir sólo del recuerdo...



Exterior del nuevo memorial o Centro de la Memoria

Eternamente ahí, desde el pasado,
¿deteniendo el presente?

Y entre el pasado y el presente, la naturaleza se extiende...

lunes, 22 de agosto de 2011

También en París hay "fayuca"

La guía recomendaba el "mercado de pulgas" de Saint-Ouen así que la idea de ir a curiosear antigüedades a este barrio nos pareció ideal.

Sin embargo, de este lado del oceáno el término "pulgas" no implica forzosamente antigüedades. En lugar de visitar un mercado al estilo Los Sapos de Puebla, acabamos recorriendo la "fayuca" parisina.

Ropa y zapatos de distintas marcas, artículos electrónicos, e incluso dos puestos de armas -que se anunciaban como los únicos en el lugar-, fueron parte del recorrido tanto en las calles que llevaban al mercado como dentro de éste. De los cerca de 50 o más puestos, no más de 5 tenían alguna curiosidad antigua. La pinta de todos era igual de ilegal e irregular que en el mercado Jorge Murad alias La Fayuca de Puebla o de cualquier zona cercana a una estación de metro del DF.
En las inmediaciones del mercado.
Al menos las últimas veces que fui a la Fayuca, jamás me sentí en peligro, cosa muy distinta a lo que viví aquí -cabe aclarar que la pinta de turista con el estuche de la cámara a un costado ayudó bastante al sentimiento.

Al alejarme de ahí, sentí una mezcla de rabia y tristeza, no porque mi imagen de París, la Ciudad Luz, se hubiera transformado. Tampoco porque desconociera que lugares como este existen en el "Primer mundo". No. La rabia y la tristeza fueron porque, a pesar de que este mercado está a unos kilómetros del centro de la ciudad, en pleno corazón de Francia, los franceses creen -¿o nos hacen creer?- que este tipo de sitios sólo existen en países de América Latina, de África o de Asia, jamás en su propio territorio.

Al mismo tiempo, recordaba una conversación que tuve una noche antes con un parisino que me confesaba que su película mexicana favorita -quizá la única que jamás había visto- era Amores perros. Mientras nosotros en México escogemos como escenarios a las fayucas que nos rodean, los franceses prefieren contar sus historias en la parte bonita, en barrios como Montemartre, y engendrar fábulas llenas de color como Amélie.
Montmartre


La famosa épicérie de Amèlie
Y no digo que sólo debamos hacer Amelies a la mexicana pero de vez en cuando nosotros mismos somos responsables de cómo nos ven afuera. Y eso era en el pasado, cuando aún teníamos otras cosas que mostrar. de nuestro país. Hoy, ya no estoy tan seguro...
Santos-Morelia, sexta jornada, torneo de apertura...
Nota: por obvias razones no saqué la cámara y por lo mismo busqué en la red imágenes para ilustrar este texto. Al parecer lo que encontramos no fue el famoso mercado de pulgas, sino otro, también de "puces", más marginal e irregular pero igual de real.