Bernard tiene nombre francés pero es de Camerún. Desde hace siete años vive en Toulouse y hoy es guardia de seguridad en una universidad de aeronáutica, aunque su vida está en el audiovisual, en el cine.
Antes de resignarse al hecho de que su color de piel le cierra las puertas del mundo laboral, hizo una práctica en la estación de radio pública –“donde yo era el único negro”- y trabajó en varias salas de cine como proyeccionista, pero sólo por periodos breves. Cuando aplicaba para obtener una plaza fija (Contrato de Duración Indeterminada o CDI) las respuestas eran negativas.
Bernard observando el encuadre con Alain, el director de fotografía.
“Somos pocos los que tenemos un diploma de proyeccionista y sé que al final del proceso de reclutamiento no encontraban a nadie pues unos meses después la vacante seguía existiendo y volvían a solicitar gente. En julio decidí dejar de buscar puestos así y tomé el trabajo como guardia de seguridad”.
Conocí a Bernard un mes después de mi llegada a Francia. Je vais retrouver mon père o Voy a encontrar a mi padre es lo que nos unió. Su guión cinematográfico cuenta la historia de Firmin, un joven africano sin nacionalidad específica que viene a Toulouse para encontrar al padre que jamás conoció.
Su creador sabe que el argumento base no ofrece nada sorprendente. Es en los detalles donde el espectador –sobre todo el francés- encontrará cosas desconocidas que le ayudarán a sensibilizarse sobre el fenómeno de la migración. El entramado de relaciones entre migrantes y franceses, y entre migrantes de distintas nacionalidades que se ayudan o se benefician descaradamente de la necesidad ajena, esa será la novedad para el espectador que desconoce la realidad migratoria desde la base, es decir, para la mayoría de la población francesa.
Mientras Bernard encuentra al actor ideal para encarnar a Firmin, sigue trabajando en su puesto de seguridad –“el trabajo que me da de comer”- y se concentra en los detalles para hacer del proyecto su entrada al mundo del audiovisual francés, un mundo al que, dice, ni siquiera los franco-franceses tienen acceso sencillo.
“Alain, el director de fotografía, tuvo que trabajar en ocasiones como cajero de un supermercado. Así es la vida laboral acá; todo es muy cerrado. Aquí te piden diploma para todo, todo está muy controlado y te dicen qué debes hacer. Pero yo sé qué quiero hacer: quiero hacer cine y lo voy a hacer".
Además de su pasión por contar historias, dos personas le dan fuerzas para continuar en el camino de la creación artística. La primera es su pareja francesa, y la segunda su pequeña, una francesita mestiza, rica en amor y culturas.
Mi estimado Ezquizzo, te sigo desde que reportabas en cholula, ahora que estas en Toulouse sigo con la trama de tu nueva aventura.
ResponderEliminarSaludos.
>Xuravet
¡Señor Xuravet! Qué gusto leerlo de nuevo. Tenía mucho que no entraba en contacto con blogueros de mis tiempos más blogo-militantes ja.
ResponderEliminarLo lea y aunque ahora comparto su rutina subterránea a diario, debo decirle que definitivamente el metro del DF es la onda. El de acá es muy eficiente pero no tan cultural, complejo y pintorezco como el de allá. Siga disfrutándolo y compartiendo su amor por él.
Nos seguimos leyendo.
esquizzo