sábado, 1 de octubre de 2011

Yaron Herman y los Pianos Jacobinos

Yaron Herman no es francés, aunque vive en París. La razón para mencionar a este pianista israelita en este blog se debe a su participación en el festival Piano Jacobins que sucede en Toulouse desde hace 3 décadas.
Yaron Herman, todo un genio que transmite la música con todo el cuerpo.

Recién llegados a la Ciudad rosa cuando sucedió la edición 2010 nunca se nos ocurrió buscar boletos. En este año, queriendo aprovechar al máximo nuestros últimos días aquí, surgió la curiosidad de ir a una de las presentaciones. Fue Carlos quien el lunes pasado, 15 minutos antes de que iniciara el concierto de esa noche, nos habló para ofrecernos dos boletos que le acababan de regalar.

No sabíamos a quién escucharíamos, ni el tipo de repertorio que ofrecería este pianista anónimo. Sólo podíamos esperar lo mejor en este antiguo monasterio medieval donde en una sala -que sospecho fue una capilla alguna vez- dos pianos de cola iluminados por un juego de luces esperaban a ser usados para crear música.

La sorpresa no pudo ser más grande y agradable. El artista -cuyo nombre conociamos sólo por la información sobre los boletos- entró a la sala con unos jeans y una playera negra; nada de traje y corbata como hubiéramos esperado.

Desde los primeros segundos fue evidente que estábamos en una presentacion sin igual. No era un intérprete clásico ni tampoco contemporáneo -en el sentido de músicos como Stockhausen u otros similares. Era algo que, al menos yo, no habia experimentado de forma tan directa, tan viva.


Fue hasta la tercera o cuarta pieza que nos dimos cuenta de que probablemente todo su repertorio estaba basado en obras rock y/o pop del siglo XX, reinterpretadas con este estilo tan caracteristico, lleno de improvisación y a la vez tan preciso que estaba descubriendo.

Entre las canciones y artistas que identificamos durante los casi 60 minutos de recital, estaban No Surprises de Radiohead, fragmentos de Nirvana, Somewhere over the rainbow y un par más de melodías de películas clásicas de Hollywood. Incluso a mí me pareció identificar por unos segundos, la melodía de Super Mario Bros. -en su primera versión- que se escuchaba cada vez que el fontanero italiano se enfrentaba a Koopa.

Y así, entre expermientación musical y un recinto medieval, nos despedimos de la escena musical tolosana. Creo que no podría haber sido de mejor forma.

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