Recibimos hace unos días a una pareja de franceses en casa. Ella, Fanny, lleva algunos meses dando clases en Irapuato, Guanajuato, y se declara fanática de la Virgen de Guadalupe.
Durante toda su estancia en Puebla, cada vez que podía, se disculpaba para tomar una foto sobre una imagen de la del Tepeyac o para ver una cartera -bien kitsch, por supuesto- ya sea con la versión "original" o con esta nueva un tanto "fresa" -aquella a la que le rezan "virgencita, pliiiis..."
Su meta, de hecho, era comprar una bolsa de mandado adornada con lentejuelas y la gloriosa Virgen Morena. Más kitsch mexicano, no se puede.
Por lo visto, el poder de la Morenita trasciende fronteras...
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